Y esta es la avenida que parece Madrid, para reconocer que he
perdido la cuenta de las veces que he intentado convencerme de
que pensaré en una de tus sonrisas. Bueno… en “una de tus sonrisas”,
no. Pensaré en cualquiera de tus sonrisas.
Tus sonrisas de colores, las de los domingos o las de los días de tormenta
en verano, incluso tus sonrisas forzadas o aquellas que no tienen cabida en
el ranking de las novecientas veinticinco mil doscientas setenta y tres sonrisas
más bonitas que este mundo haya presenciado jamás. Pensaré en cualquiera de
tus sonrisas porque son ellas las que suponen mi mayor motivo para sonreír. Intentaré
poner nombre a todos y cada uno de los colores que aparezcan en esa última sonrisa. Y
fracasaré. Sonará un piano, como tantas otras veces, y no llegaré a darme cuenta de que
se trata del latir desordenado y desacompasado de nuestros corazones, como tantas otras veces.
Y me preguntaré ¿dónde estás?, ¿dónde estás? y ¿por qué tengo que imaginar cualquiera de tus sonrisas
en lugar de presenciarlas?. Porque no puedo soportar la idea de que haya relojes que se atrevan a medir el
tiempo que paso sin ti'. .
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